Marzo 22 de 2009
Por Azzurro
Una vez terminado el partido de ayer, los medios de comunicación rodearon a Carlos Marinelli para preguntarle por qué el árbitro lo había expulsado justo cuando Millos se acercaba, inmisericorde, a la victoria. Teníamos un jugador más en la cancha, luego de la expulsión de Omar Pérez y el segundo gol Azul parecía inevitable. Millonarios se abalanzaba sobre el arco del vecino y era cuestión de minutos poder celebrar la victoria Embajadora. Sin embargo, en una jugada aislada en la que el argentino comete una falta pequeña, éste termina expulsado y las posibilidades de Millonarios, enterradas.
La respuesta del argentino fue señalar que le dijo “cara dura” al árbitro, término, que según él, no es ofensivo en su natal Argentina… No mencionó nada sobre cómo tiró, rabioso, el balón contra el suelo justo en las narices del juez.
Este hecho resume la situación actual de Millonarios. En este pequeño episodio están todos los componentes que explican por qué nuestro equipo está en la posición en la que está. Es como si dirigentes, cuerpo técnico y jugadores azules estuvieran desconectados de su entorno. Como si hubieran perdido noción de las cosas. Como si sufrieran de un autismo de tal profundidad que no logran entender la magnitud e historia de los colores que representan.
La culpa de la situación actual de Millos no es solo del osado Marinelli, quien con sus palabras deja ver que nos cree a todos tarados. La culpa es de los directivos que no tienen un plan, ni una visión para Millonarios. Algunos de ellos se ven obligados a reaccionar a diario, presionados por una situación económica apremiante y toman decisiones que no muestran una visión de lo que quieren que sea Millonarios en el mediano plazo, pues sus colegas los abandonan cada vez que el Club se hunde; otros prefieren asegurarse de tener su cuota de jugadores activos en el Club, ver a Millonarios como su negocio personal en el que la hinchada es irrelevante y entorpecer cualquier iniciativa renovadora que se salga de su control; otros juegan a remedar a directivos de fútbol porque creen que eso les da gran estatus y relevancia social, sin analizar que están ahí no por sus capacidades, sino por su cargo (o antiguo cargo) público; y otros ven los toros desde las barreras, lejos de nuestras fronteras, sin untarse ni una uña del desastre que han causado. En pocas palabras, no tienen un plan; no tienen una visión.
La culpa es de un cuerpo técnico incompetente que se repite y que no muestra ni una sola variante. Que insiste con jugadores mediocres que pueden ser fácilmente reemplazados por los juveniles. Que se han mostrado incapaces de liderar sicológicamente (Mario no era DT de fútbol, pero esto si lo hacía magistralmente) a un grupo de jugadores. En las declaraciones que dio Quintabani ayer una vez terminado el Clásico, el pobre hombre parecía tan contrariado como si en vez de ser DT de fútbol, su trabajo fuera ser estratega de la selección de ajedrez de Ruanda. A Fútbolred le dijo: “"Me encantaría decir que estoy feliz en Millonarios, pero no puedes disfrutarlo como realmente quieres, pero bueno hay que asimilarlo, tener fortaleza y seguir con esperanzas.” Está en el lugar equivocado…
La culpa es de los jugadores, como Marinelli, que no tienen noción de lo que es Millonarios. Que creen que ponerse la camiseta de Millos es como hacerlo con cualquier otra. Que suponen que su mediocridad pasará inadvertida mientras se llenan sus bolsillos de millones de pesos. Que no tienen ni un gramo de vergüenza y por su naturaleza obtusa no ven lo gloriosos que serían si logran volver a este equipo grande, de nuevo.
El otro día oí al Gato Pérez decir que decidió retirarse del fútbol a sus 33 años porque si no podía jugar en Millonarios, prefería no hacerlo más. Cuanta falta hacen jugadores con amor por Millonarios…
Algunos dirán que la culpa también es de los hinchas que, a pesar de este panorama, insistimos en acompañar al equipo domingo a domingo y así financiamos este fracaso innegable. Sigo pensando, sin embargo, que lo único que tiene Millos hoy por hoy es hinchada y que si la hinchada deserta, es mejor que cierren el Club de una buena vez.
En los últimos partidos se ha visto una leve mejoría en el fútbol Azul, no lo voy a negar. Sin embargo, los puntos no llegan y desde ya nos sentimos eliminados así matemáticamente aún tengamos posibilidades. Qué pereza estar haciendo cuentas en la mitad del torneo. No es justo…
El cara dura no fue el árbitro del Clásico. Los caras-duras son todos los que han aportado para que Millonarios esté donde está. Gracias a ellos, hoy ser hincha de Millos es sinónimo de burla y de sufrimiento inútil.
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Azzurro
lunes, 23 de marzo de 2009
sábado, 7 de marzo de 2009
¿Acaso quieren desocupar el Campín?
Marzo 7 de 2009
Por Azzurro
El fútbol tiene un altísimo componente de magia. Al trabajo, a la lucha, a la técnica y a la entrega siempre se le tiene que sumar la magia para que los equipos sean grandes y se ganen el corazón de su hinchada. A este Millonarios, además de notársele poco trabajo, lucha, técnica y entrega, no se le ve ni una onza de magia. Nada.
No nos digamos mentiras: todos los partidos de este torneo han sido 90 minutos de pura incapacidad por parte de nuestro equipo. Millonarios no enamora, no mete miedo, no juega fútbol. Tenemos una defensa terriblemente débil y del medio campo hacia delante parecemos un equipo de colegio. No somos profundos, no hay juego colectivo. La técnica no existe y solo utilizamos los pelotazos para tratar de generar peligro.
Hoy perdimos ante el colero del campeonato jugando igual a como lo hemos hecho desde que este torneo comenzó. No hay absolutamente nada para resaltar. De pronto las ganas de Valencia y la vergüenza de Cuadrado; pero de resto, Millonarios es simplemente un equipo sin alma, sin magia.
Lo de Robayo es una tragedia griega (y él que soñaba con equipos en el exterior…). Los delanteros parecen almas en pena merodeando al lado de las sombras de los defensores contrarios; ni sueñan con que les llegue una pelota clara. La defensa no funciona y se le mete todo lo que le tiren por arriba. La creación simplemente no existe. Ni Marinelli, ni Estrada han mostrado la jerarquía que se requiere para echarse este equipo al hombro (aún no me atrevo a calificar a Sherman). Bedoya tiene momentos interesantes, pero volvió a ser el jugador que siempre termina amonestado (hoy expulsado al terminar el partido) y que parece más en un ring de lucha libre que en una cancha de fútbol.
¿Y Quintabani? ¿Alguien sabe algo de Quintabani? ¿Tenemos técnico?
No juzgo a aquellos que creen que la única solución que existe para cambiar la situación de Millonarios es dejar de ir al estadio. Creen que vaciar las graderías del Campín sacará corriendo a los dirigentes (¿Cuándo se irá de Millonarios la DNE?).
No creo que dejar de ir al Campín sea la solución. Siempre he dicho que para mi lo más grande de nuestro equipo es su hinchada y que abandonar el Campín sería terminar con Millonarios. No dejaré de ir partido tras partido, pase lo que pase. Pero soy franco: esto que está haciendo el equipo de Quintabani no es jugar fútbol. No hay magia. Quienes vamos al Campín todos los domingos queremos un poco de magia, de emoción, de ilusión. Si estos jugadores –que parecen muertos vivientes- no nos van a dar por lo menos una razón para ilusionarnos, no me sorprenderé de ver cómo el Campín se irá desocupando (la asistencia del partido contra Cúcuta ratificó la grandeza de esta hinchada). Hoy día no tenemos un equipo de fútbol; lo que tenemos es una demostración de incapacidad grupal. Y sinceramente, cada vez hay mejores cosas que hacer en Bogotá que ver este paupérrimo show que propone el equipo de Quintabani semana tras semana. ¿Acaso quieren desocupar el Campín?
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Azzurro
Por Azzurro
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No nos digamos mentiras: todos los partidos de este torneo han sido 90 minutos de pura incapacidad por parte de nuestro equipo. Millonarios no enamora, no mete miedo, no juega fútbol. Tenemos una defensa terriblemente débil y del medio campo hacia delante parecemos un equipo de colegio. No somos profundos, no hay juego colectivo. La técnica no existe y solo utilizamos los pelotazos para tratar de generar peligro.
Hoy perdimos ante el colero del campeonato jugando igual a como lo hemos hecho desde que este torneo comenzó. No hay absolutamente nada para resaltar. De pronto las ganas de Valencia y la vergüenza de Cuadrado; pero de resto, Millonarios es simplemente un equipo sin alma, sin magia.
Lo de Robayo es una tragedia griega (y él que soñaba con equipos en el exterior…). Los delanteros parecen almas en pena merodeando al lado de las sombras de los defensores contrarios; ni sueñan con que les llegue una pelota clara. La defensa no funciona y se le mete todo lo que le tiren por arriba. La creación simplemente no existe. Ni Marinelli, ni Estrada han mostrado la jerarquía que se requiere para echarse este equipo al hombro (aún no me atrevo a calificar a Sherman). Bedoya tiene momentos interesantes, pero volvió a ser el jugador que siempre termina amonestado (hoy expulsado al terminar el partido) y que parece más en un ring de lucha libre que en una cancha de fútbol.
¿Y Quintabani? ¿Alguien sabe algo de Quintabani? ¿Tenemos técnico?
No juzgo a aquellos que creen que la única solución que existe para cambiar la situación de Millonarios es dejar de ir al estadio. Creen que vaciar las graderías del Campín sacará corriendo a los dirigentes (¿Cuándo se irá de Millonarios la DNE?).
No creo que dejar de ir al Campín sea la solución. Siempre he dicho que para mi lo más grande de nuestro equipo es su hinchada y que abandonar el Campín sería terminar con Millonarios. No dejaré de ir partido tras partido, pase lo que pase. Pero soy franco: esto que está haciendo el equipo de Quintabani no es jugar fútbol. No hay magia. Quienes vamos al Campín todos los domingos queremos un poco de magia, de emoción, de ilusión. Si estos jugadores –que parecen muertos vivientes- no nos van a dar por lo menos una razón para ilusionarnos, no me sorprenderé de ver cómo el Campín se irá desocupando (la asistencia del partido contra Cúcuta ratificó la grandeza de esta hinchada). Hoy día no tenemos un equipo de fútbol; lo que tenemos es una demostración de incapacidad grupal. Y sinceramente, cada vez hay mejores cosas que hacer en Bogotá que ver este paupérrimo show que propone el equipo de Quintabani semana tras semana. ¿Acaso quieren desocupar el Campín?
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